viernes, 6 de noviembre de 2009

Durazno y Jackson

Habíamos terminado nuestras tareas, y nos encontrábamos en Plaza Cagancha. A Charles le había ido bien. A Pine y a mí no tanto.
Nos habían recomendado un lugarcito los jueves, en el sótano de un restaurant, donde funcionaba un clubcito de jazz. No sabíamos si ir o no, por varias razones:
- Habíamos hecho poca plata.
- Había Club de Tobi más tarde en el club, y teníamos que ir.
- Pine viajaba al otro día.

La cosa es que después de un que sí que no, Pine se fue pa'l barco y Charles y yo nos caminamos las catorce o quince cuadras que nos separaban de Durazno y Jackson, más un par que nos pasamos y volvimos.

Llegamos a la puerta, y nos encontramos con Franca y Fede, unos amigos que habíamos conocido unos días antes. Estaban con otra gente, y nos quedamos con ellos tomando unas cervezas antes de entrar. Había un Nacho (al que casualmente conocía), una Silvina (o Grisina? mmmhh.. no, creo que el nombre grisina no existe... no sé, era linda), y otros cuyos nombres no recuerdo en este momento.
Ah, sí, también había un Ramón... bah, Ramoncito. Buena gente.
Charlamos un rato, y fuimos adentro Fede, Franca, Charles y yo.
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Entrás por la puerta del costado del Restaurant que antes se llamaba "La Taberna del Sol" (no me acuerdo el nombre actual) y bajás por una escalerita que queda al lado de los baños. A partir del segundo tramo de la escalera, te encontrás con un ambiente totalmente distinto al del primero: la claridad del salón de comidas se transforma en un ambiente del estilo de los clubs del libro "los Subterráneos", o de cuento de Cortazar, y te encontrás con una barra, una banda, gente sentada a mesas todas desiguales, y un calorcito hecho de temperatura y música.
Nos sentamos al fondo, mientras en escena estaba el "Hot Club Montevideo". Batería, guitarra, bajo, teclado y saxo. Bastante bien, pero nada del otro mundo. Igual, buena banda. Tal vez al saxofonista le faltaba un poquín de onda.

Pedimos unas cervezas y papas fritas, que fueron muriendo entre charlas y música.
La formación de la banda cambió, y un saxofonista con varias décadas encima hizo su entrada, junto a los mismos músicos en los otros instrumentos. Muy bueno, y virtuoso, el señorcito. Peeero le faltaba (a mí gusto) integrarse más con la banda, soltar un poquito el protagonismo, y hacer solos y frases un poquito más cortos. Igual, buenísimo. A cada final de canción llovían aplausos.

Más cerveza, y el tecladista anunció a sus hijos, uno de los cuales había venido de España en estos días, que iban a subir a hacer un poco de Blues. Hijo menor en guitarra, hijo mayor en armónica, hija en voz.
Muuuy bueno. La hija no sólo era una belleza, sino que cantaba con mucha onda. El hijo guitarrista la rompía (tiene diecisiete años, matenló, no puede tocar así!) y la armónica estuvo muy bien. Se notaba que era familia de músicos.
Fue el punto más alto, con la voz sensual de la pelirroja hija del tecladista, que envolvía todo, lo capturaba y lo sacudía, y la potencia al llegar el sólo de cada instrumento.

Los temas iban pasando, y el tener que ir al Club de Tobi nos pesaba cada vez más en la hora y la conciencia, así que poquito después del último vaso, habiéndole pagado a la mesera bonita y coincidiendo con el fin de la banda y posterior entrada de otra ("Montevideo Swing" creo) nos tomamos el buque, rumbo al puertito del buceo.

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