martes, 9 de febrero de 2010

De amarra y otras hierbas...

Veníamos de un par de días difíciles... Había empezado el miércoles (11 de Noviembre) con la noticia de que el club no apoyaría la actividad propuesta (paseos gratuitos para el público en general, con charla didáctica y promoción de la náutica), y por ende no nos darían amarra de cortesía.
El plan B, en caso de que las circunstancias se dieran como efectivamente lo hicieron, era solicitar que nos permitieran amarrar en una zona que está fuera del sector de amarras, donde, según nos había dicho el "Pistola", ex capitán del club, podríamos estar sin pagar/sin problemas. La contrariedad de dicho espacio recaía en la poca profundidad del mismo.

Nueva reunión con Álvaro del club, nos mandan a hablar con Chupete Varela, intendente de puerto. También hablamos de la deuda que teníamos con el club (uy!) y qué se yo qué más.

Cuestión: vamos a hablar con Chupete, previo paso por nuestra posible nueva locación (Pine y yo nos entretuvimos un rato intentando acertar con tiros de piedritas, sin ningún tipo de éxito, a un simil miga de pan que había flotando en el agua).
Pepito nos mandó derechito a Hidrografía, a hablar con Magera Berro, porque bla bla bla jurisdicción, y viste como es esto.
Magera Berro, muy amablemente, nos recibió con un NO en la mano, muy lindo y cordial, lo que significó un golpe anímico considerable.
En el club nos encontramos con Pistola, que habló con Varela y consiguió que nos den un espacio destinado a los barcos embargados. Asunto a resolver: conseguir bote para embarco y desembarco (le alquilamos uno a Alejo, uno de los marineros del club).

Fuimos a lo de María, nuestra filósofa amiga, que nos dio una clase de introducción a la filosofía. Después, Pine se quedó y Charles y yo nos fuimos a tocar. Tuve un día flojo de toque, de inspiración y recaudación. Agobiado, pasé a comprar papel higiénico y aceite (y pese a todo sentí que las miradas femeninas me aprobaban, y me consoló apenas el ánimo) y volví al Urki.

Mate y tortas fritas con Pine, y al rato estabamos cruzando en lancha de vuelta a tierra, riéndonos compinches quién sabe de qué (ah, sí, creo que del dueto de matófono y boquilla de trompeta que habíamos hecho en el Urki) rumbo al Club de Tobi: Reunión de navegantes del club, donde se toma y come de lo lindo en medio de lo que podría llamarse un jolgorio, de ambiente rudo y humor de corte piratesco (pero los detalles de esta gente van en otra entrada, porque se lo merecen).

Llegamos, charlamos, comimos, feliz cumple a uno de los muchachos, y Charles, que había llegado un rato antes, nos cuenta que Henry (alias "la abuela Aída", un viejo lobo de mar) iba a llevar un Bavaria 50 desde Piriápolis a Angra, y había ofrecido llevar a uno de nosotros...

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