lunes, 26 de octubre de 2009

Un viernes

"Dale, impecable, nos vemos el viernes. Un abrazo."

Con estas palabras que temblaron en mi celular se anticipaba al futuro nuestro nuevo amigo Agustín... Dicen que digo que este muchacho de rulos al viento se me acercó en la calle unos días atrás... Yo estaba, como de costumbre, empecinado en frotar con la diestra una cola de caballo empastada con resina de pino sobre unos alambres en tensión que pulsaba con la siniestra sobre un pedazo de madera. El entendió. Sabía de que se trataba. El suele practicar la misma extraña actividad. Solo que académicamente y con un pedazo de madera mas grande que mi pequeño chipote chillón. Un Cello. Intercambiamos saludos, nombres, teléfonos, mails, mensajes "voy con un amigo que les puede tirar unos piques de violín" y nuevamente saludos cuando se hizo de viernes. Nos presentó a su amigo Santiago el violinista. Ya lo habíamos conocido en algún pliegue de este pañuelo, le devolvimos la presentación junto con un abrazo. Al mismo tiempo, por su lado, llegó Alex con su amiga Maggie. Alex es aquella cronopia loca loca con fuego en la sangre que supo escuchar a Chomsky tomando mate en el teatro circular a tan solo unas butacas del que escribe esta historia. Abrazos, presentaciones, "lancha de embarque, lancha de embarque" por canal 71 y bienvenidos a bordo!

El Urki estaba contento: 7 pares de pies acariciándole la cubierta, una mano acá, un culo allá, el puntal de un cello debidamente acolchado... Risas, cuerdas, vientos, la ranita africana que nos regaló Cande, mas risas... Un atardecer perfecto. El aire era embriagante. Felicidad. Maggie copada con la trompeta del Pine, Alex, hermosa, tocando la guitarra y bailando, Jero recibiendo los piques de Santiago... Los dioses se pusieron celosos, se supone que tenemos que sufrir, por todo ese asunto de la manzana, así que nos mandaron una terrible tormenta (llegaron a soplar 58 nudos) que nos obligó a guardarnos en el vientre de nuestro barquito. Adentro seguimos jugando pero hubo un par de mareados que apuraron el desembarco. Los lancheros del club estaban lidiando con un par de barcos a los que les reventó la genoa de enrollar pero pudieron pasarnos a buscar de camino.

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