viernes, 16 de octubre de 2009

Historia ("... yo había tomado un omnibus al cerro junto a la vida...")

Ayer, jueves quince de octubre de dos mil nueve de la era del señor Jesucristo Superestrella, rondando las veinte cero siete, me dí cuenta de la hora, y me juí volando a tomar el omnibus que me llevaría al teatro Florencio Sánchez a ver el concierto de Don Antonio Vidal.
Pregunto en un kioskito, y me dicen que tome el 125 en Rondeau, que ahí pasan todos los que van al cerro. Salgo con mis indicaciones bajo el cerebelo, y después de corta espera tomo el citado Bondi.

----------------------------- Buenas... común, por favor -----------------------------

A pesar de viajar parado, y con mucus cayéndoseme de las narices (tengo más de una, por las dudas), me sentía feliz de ir al concierto, al teatro, al Cerro. En "Guitarra Negra" de Zitarrosa dice eso que dice el título de esta nota, y durante el trayecto, y la noche toda, me acordé de esa frase más veces de las que puedo contar.
Lo único que sabía era que tenía que bajarme en Grecia casi Inglaterra, y que el colectivo agarraría Grecia en algún momento. Lo de "casi Inglaterra" es un bajón, porque tener como referencia algo que cuando lo ves ya te tendrías que haber bajado no es muy alentador en territorio desconocido, pero bueno... la aventura es así.

Logro sentarme, y voy viendo por las ventanillas todo el paisaje. Salimos del Montevideo de acá, para ir pasando al Montevideo de allá: paisaje distinto, una autopista que cruza por debajo nuestro y que me recuerda a las afueras de Mercedes, un puente por el que cruzamos un riachuelo que hay debajo, y una vista increeeeiiible del cerro. Es un momento breve y único: cruzando ese puente se pasa de un lado de la ciudad al otro, y se sale de un mar de casas y calles, para pasar como por una rotonda y meterse en un territorio más de pueblo. En ese punto intermedio, al estar en terreno despejado, se ven las luces subiendo hacia el Cerro como en una espiral extraña y culminando en la punta, en una luz más grande que centellea. Ahí supuse que no me había pasado.
Pasamos por la terminal ("que no termine acá, que no termine acá!"). No, paró, subió y bajó gente y siguió.

En cuanto agarramos Grecia, le pregunto a mi compañero de asiento, si sabe cuánto falta para el teatro Florencio Sánchez: "te estaba por preguntar lo mismo!" me dice.
Él:- Vas al teatro?
Yo:- Sí, al concierto de Guitarra
Él:- Mirá! Justo me acaba de llamar Antonio, que se suspendió...
Preguntamos a otro pasajero, y nos dijo que bajemos donde él. Ok, entonces charla relajada.
Plan: ir a tomar algo con Antonio y no sé quién más que estaba con él.

Llegamos. Entramos. Antonio estaba en el escenario, con Lara, su amiga. Encuentros efusivos, comentarios sobre las coincidencias de la vida, presentaciónes, mini-charla, nos vamos a tomar algo al boliche de la esquina.
Ah, peráaa... no sabés quéeeeeé lindo teatroooo!!!! Me enamoré de ese escenario!!! Qué bambalinas! Qué camarines! Qué... mística! Qué ganas de actuaaaaaaaaaaaaarrrr!!! Actuar en sí, y actuar ahí! Lara no quiere irse del medio del escenario. No la culpo.

Bueno. Nos vamos a la pizzería de la esquina, donde no venden alcohol porque enfrente sí lo hacen (!?).
Bolichito como de pueblo, muy sencillo y muy agradable, con un horno a leña que reconfortaba el confort. Nos sentamos a la mesa, y pedimos una cerveza Patricia ("sólo cerveza, agua o gaseosa. Vino, grappita u otra cosa, enfrente" eso es cooperación) y una pizza con fainá. La pizza, obviamente, sin muzzarella a menos que lo aclares. La fainá... qué fainá!! crocante por arriba, suavecita por abajo... nunca probé una igual, lo juro. Más tarde una muzzarella que los demás dijeron que era una de las mejores que habían probado. Yo no, en Buenos Aires hay mejores (como la de Pirilo, en San Telmo). Sorry.
Entre tanto, un poco de guitarreada de Antonio, con temas propios y de Villalobos, un "Alfonsina y el mar" increíble a cargo de Lara (se fue la Negra, quedó Larisa... aunque tenía un poco de Valeria Lynch, también), un poco de charla y un clima cada vez más ameno. Daniel nos cuenta de su gurisa, Antonio de todos los laburos en los que trabajó, y chachareamos.
Mientars, un poquito de gente que entraba y salía, un televisor con un partido de basket de Cordón (el dueño del lugar era hincha) contra sabe tú.
"Y ese violín?" "ok, ok": desenfundo. Suena una nota, suena una persiana. Suena otra nota, suena otra persiana. El lugar se cierra, y nuestra estadía con él. La seguimos en otro lado, no importa. Pagamos, agradecimos, saludamos, lo juimo.

Acompañamos a Larisa en su espera de colectivo. Pasa uno con destino 'Buceo', y me pregunto si pasará otro igual, porque me dejaría perfecto, y no tengo ni idea de cómo se vuelve desde acá. No pasará, pero todavía no lo sé. Llega su colectivo, saluditos, nos vamos.
Calle República Argentina. Un bolichito con pooles, gente ruda, "música"y cerveza a $60 para tomar ahí, o $50 más el envase para llevar. Nos quedamos a tomarla.
Voy al baño. Letrinita del tipo que tiene la huella de los zapatos a los lados del hueco. Escrito en el tanque de agua, "no cagar aquí" y flechita para abajo.
Vuelvo a la cerveza y los amigos. Daniel me cuenta de su triciclo super modificado donde lleva su obra de títeres. Tiene ganas de recorrer el interior con él, en algún momento. Genial!
Charlamos un ratín, y nos vamos porque se complica el tema de la hora y el transporte.

En la parada Antonio tiene suerte y se va pronto en el ...¿76?. Al rato, el 125 y es Daniel el afortunado.
Yo espero... y espero.

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