viernes, 18 de septiembre de 2009

Clown, teatro, Espacio LH

Un cronopio con tricota tocaba el violín frente a la intendencia. Tocaba y se sentía inspirado, aunque de vez en cuando un poco expirado.
Tocaba y tocaba a las 23:24:25 Hs. y se distrajo mirando la parte del mundo que estaba a su derecha, y descubrió que un cronopio de nariz roja bailaba tregua y bailaba catala a la vieja usanza.
Se llamaron.
-Eugenio
-Jerónimo
Así se llamaron.

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El día anterior había conocido a Eugenio, y después de un rato de charla me había invitado.
Por eso, este miércoles, fuimos los tres nómades a participar en un taller de clown y teatro que están llevando adelante en un espacio llamado "LH", que queda por ciudad vieja, en Solís y 25 de Mayo.

Terminamos nuestras tareas y labores, y fuimos para allá. Dimos unas vueltas hasta encontrar la entrada, y al fin, desde la puerta, nos llamó Eugenio.
Entramos. El lugar nos recibió con una especie de local largo con estantes con muñecos de juego de rol, dados, artesanías, y quién sabe cuántas cosas y cositas más (la próxima prometo una ojeada más detallada!).
Al fondo del espacio, se veía una cortina a modo de biombo, y un paso que abría el espacio hacia la izquierda. Más acá unas cinco o seis personas hacián ejercicios de estiramiento.
César, quien llevaba la batuta, nos invitó a sumarnos. Nos sacamos trastos y abrigos de encima, y nos pusimos en la ronda. Había un Nacho, un Quique, una Sara, entre otros. Más tarde una Flor (divina).
Siguieron los ejercicios de estiramiento, mientras más y más gente se sumaba.
Empezamos a caminar por el espacio, jugando con las posibilidades del cuerpo, del ritmo, de la caminata. La voz de stop iba dando lugar a distintas propuestas de juego. Proyección del cuerpo, de las miradas, de las voces, de la energía. Empezamos a probar el piso, y los distintos niveles, lo que llenó el espacio de reptiles, cuadrúpedos y demás. Empezamos a probar sonidos para esas posiciones nuevas, y no tardó en armarse la ronda. Consigna: de a pares salir hacia el centro, saludarse, proyección hacia público, vuelta a la ronda.
Y llegó la colchoneta. Caída hacia atrás con vuelta de carnero invertida de a uno. Pasamos todos. Bien, ahora de a dos, uno empuja, otro es empujado, y después al revés. Jugamos con las distintas pisibilidades de eso. Con distintas historias que daban sentido a las caídas, cada vez con más juego de personaje. Chau colchoneta.
Hola prendas de vestir y elementos disparadores: Cada uno se puso algo, y empezó a explorar desde ese algo. Caminamos por el espacio, buscando la forma propia de actuar, hablar y moverse de ese nuevo personaje. Nos organizamos de a dos o de a tres, a modo de siameses, mediante un punto de contacto corporal.
La voz de César, siempre guiando todo esto, nos iba ambientando en distintas situaciones, como el aeropuerto o el hospital, e iba dando pautas para que el grupo se escuche y se perciba mejor.
¡¡Buenísimoooooo!! Buenísimo mal! No se imaginan qué ganas tenía de esto, de mover el cuerpo, de jugar, de teatralizar...

Al terminar, ronda y charla.
Es un grupo joven, que recién se está formando, y eso se nota en la energía que se maneja. Todos tienen muchísimas ganas, por lo que participan mucho, muchísimo. De todas maneras, eso hace que todavía no puedan percibir(se) demasiado como grupo.
La charla se refirió un poco a esto, y se vieron posturas muy distintas. Durante toda la clase se habían notado estas cosas de las que ahora se hablaba. Se veía que muchas veces la atención estaba muy dispersa en chistes y boludeo, o en querer hacer lo más gracioso de todo durante la explicación de una consigna, y a veces por priorizar lo individual se atentaba contra lo grupal. Ojo, me parece super normal, se están conociendo y es todo un proceso y un laburo que no termina nunca, un grupo siempre está trabajando en eso, tenga el tiempo que tenga.
Me gustó la tarea de César, y de hecho me pareció muy copado. Bah, por lo que hablamos y jugamos, todos manejaban una energía bastante linda.

Terminamos, y César me presentó a un par de personas que estaban en ese proyecto con él. Pasamos al tallercito, que estaba en el espacio contiguo al que habíamos usado, y desde el fondo asomó una cara conocida.
-"¿Jero?"
-"Qué hacés locooo?"
Era Germán, un flaco que había estado en Buenos Aires hace un par de pares de años, y que había estado parando en la casa de mi hermana un tiempo.
Nos charlamos algo, y me mostró un par de golpes de candombe en el tambor (tendré que seguir practicando porque no pienso irme de Uruguay sin saber tocar candombe). Pine y Charles le agarraron más la mano. Yo me puse en espástico, uh!

Nos pasamos los mails, charlamos un poco entre los que quedábamos, y nos despedimos. Obviamente, volveremos!

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